Alejandro Encinas Nájera
¿Habrá diferencia en la estrategia en contra del
crimen organizado de Enrique Peña Nieto con respecto a la de Felipe Calderón?
Para responder esta pregunta, lo mejor sería partir de las premisas básicas.
Esto implica aclarar si acaso hubo alguna estrategia durante el sexenio que el
pasado primero de diciembre culminó.
De dónde
venimos
El de Calderón fue un sexenio monotemático.
Cualquier acierto o logro que alguna dependencia del gobierno federal alcanzó,
fue opacado por la guerra en contra del crimen organizado. Prácticamente toda
la comunicación oficial se redujo a esta obsesión que alcanzó niveles
enfermizos y que dejó como herencia un país desgarrado y adolorido.
De entrada, Calderón demostró un déficit de lo que algunos
politólogos denominan responsiveness.
Esto es, la responsabilidad de los políticos contraída ante los ciudadanos en
tiempos electorales. En términos coloquiales, este concepto puede traducirse a
la popular frase “que cumpla lo que prometió”, o sea, que haya correspondencia
entre las acciones del gobernante y las expectativas que la ciudadanía depositó
en éste. ¿Qué no Calderón iba a ser el “presidente del empleo”, como decía su
slogan en 2006? ¿Acaso quienes votaron por el PAN en aquella ocasión lo
hubieran hecho sabiendo que iba a ser un gobierno que centraría su actuar en
combatir por medio de la violencia al narco?
Una vez instalado en la presidencia, el panista
michoacano cometió el error de declarar la guerra en contra de los cárteles de
la droga para atender una necesidad política propia, con lo cual la decisión no
fue fundamentada con criterios de seguridad nacional. Hay que recordar que
Calderón estaba urgido de legitimidad tras unos comicios empañados por las
irregularidades de su triunfo, cuyos resultados oficiales tan sólo le daban
medio punto de ventaja del segundo lugar. Para contrarrestar su inocultable
debilidad política, se refugió en la aparente fuerza que dan las armas. Sin
depurar ni profesionalizar a los cuerpos policiacos, militarizó las calles e
invocó a un enemigo común de todos los mexicanos: el narco. Con la declaratoria
de guerra pretendió erigirse como el líder arropado por la unidad nacional.
Pero en lo que no cayó en cuenta, es hasta qué punto el narco había penetrado
en las instituciones del Estado. Mucho menos divisó el inmenso poder de los
cárteles para corromper y comprar lealtades en puestos clave.
Una tercer crítica es que los panistas en el poder concibieron
la guerra en contra del narco como una especie de saga de héroes contra
villanos, de policías contra ladrones, ejecutando detenciones a capos dignas de
un libreto de película hollywoodense. Quisieron que la opinión pública creyera
que el problema de las drogas se resuelve encarcelando a individuos y no enfrentando
inercias y estructuras. La consecuencia de estas acciones fueron no
intencionadas. Descabezar las grandes organizaciones del narco, y erosionar su
disciplina jerárquica, devino en la fragmentación de éstos. El nuevo escenario
está conformado por un archipiélago de grupos de sicarios que, en la disputa
por los territorios, se desplegaron aún más sanguinarios y crueles que sus
otrora jefes.
Las secuelas fueron terribles y hoy las seguimos
padeciendo. Es profundamente doloroso que hoy los padres sean quienes están
enterrando a sus hijos. En suma, las reiteradas olas de violencia que se
ciernen sobre el territorio mexicano, no son productos de la fatalidad, sino
resultado de decisiones políticas equivocadas.
¿Nos
dirigimos a alguna parte?
Peña Nieto prometió poner orden y cambiar de manera
abrupta la orientación en cuanto a la política de seguridad y combate al crimen
organizado. ¿Será? Las primeras señales no son buenos augurios. Mediante éstas podemos
anticipar que si bien habrá un cambio en el organigrama y en la estrategia de
comunicación oficial, sobrevivirá el enfoque calderonista que sostiene que a
las drogas se les puede ganar a través de la violencia. Veamos a detalle:
En ninguna democracia que se precie de ser de
calidad, las tareas de seguridad recaen en la misma persona encargada de
atender la política interna. A muchos sorprendió el anuncio de la
supersecretaría de Gobernación. Nadie votó por Osorio Chong, pero será él, y no
Peña Nieto, quien concentrará el verdadero liderazgo en este incipiente
sexenio. Críticas se podrían hacer y muchas, pero una frase atribuida a Lord
Acton resume el sentido de tales: si el poder tiende a corromper, el poder
absoluto corrompe absolutamente.
En lo que sí hay un cambio drástico entre Peña y
Calderón, es en la comunicación gubernamental. Era de esperarse: la de Peña fue
una candidatura mediática, por lo que no es sorpresa que su presidencia también
lo sea. En vez de esta fascinación por la sangre, la pólvora y los balazos que
permeó el sexenio calderonista, los priístas han logrado dar una vuelta de
tuerca alterando rápidamente la percepción ciudadana sobre la inseguridad. En
vez de descabezados, narcofosas y desaparecidos, hoy en las noticias se habla
de las reformas estructurales, los acuerdos alcanzados por los partidos, la
entrada en vigor de la Ley de Víctimas, etc. La opinión pública percibe un
gobierno con iniciativa. Atrás quedaron los tiempos en los que la guerra era el
tema que acaparaba el discurso oficialista. Y no es que por arte de magia haya
llegado el PRI y entonces la violencia, las desapariciones y las violaciones a
los derechos humanos hayan desaparecido, sino que, a diferencia del gobierno de
Calderón, hay estrategia de comunicación.
Pero mientras no se entienda que la violencia no
hay que combatirla con fuerza bruta, sino con inteligencia (incautación de
bienes, acabar con el multimillonario y trasnacional lavado de dinero), y que
la mejor política de seguridad es la política social –aquélla que recupera la
cohesión social, el espacio público y promueve la equidad de oportunidades de
desarrollo para todos– vamos a seguir atrapados en esta espiral de
descomposición. Hay quien dice que el legado de doce años de gobiernos panistas
está tan mal, que el país ya no puede empeorar con el PRI. Me temo que pueden
estar equivocados.
@EncinasN